Subiendo montañas
en atardeceres de fuego, arreboles son el aliento que reviste mi sangre
impulsando senderos color corazón.
Crepúsculos en
llamas, mi cuerpo candente no se detiene,
el paso firme
afirma el respiro, alado el sentido da voluntad al espíritu.
La vertiente del
valle se llevo las mentes
y el paso avanza
aunque caiga la noche,
la huella de la
tribu es la guía en el bosque.
Desde mis pies
brotan raíces doradas,
señales de fuerza
para los que vamos en manada;
Las luciérnagas nos
guiarán hacia la luz que nosotros sabremos encender,
para cuidarnos de
las sombras de nuestros propios temores
y así pasar la
noche utópica donde somnolientos vemos la luna menguante asomarse entre el
sueño y la realidad.
Despertamos en
meditación, la aurora es renovación
entre cantos de
sanación al sol,
emprendemos el
caminar y casi todos van,
sin embargo uno
decide abandonar,
sin saber que su
espiral le llevaría por el camino de los descensos perdidos,
que son la llave que
siembra experiencia, en otro proceso de clarividencia.
Todos los que vamos
no olvidemos soltar, aquello que ya no sirve para la cima magistral, mientras
más livianos más sencillo se torna volar.
En la punta abunda
la música del silencio,
En la cima solo hay
un luminoso prado extenso,
Y puedes girar con
vistas a todos lados, ya no hay caminos trazados.
Después de un largo
camino ascendido, ya no existen los guías,
cada ser toma su
rumbo y elige una vista
para tomar acuerdos
con su interior,
para liberar el
ultimo peso de su creación mental,
dejar el cuerpo
sembrado y trascender el alma inmortal.
Los rayos gemelos
se vuelven a juntar,
los rayos amigos se
vuelven a encontrar
y todos juntos
vuelven a tejerse en una misma fuente
desbordante de amor
y totalidad.
Más arriba de las
cimas, en las ciudades de cristal,
las almas renuevan
su misión a entregar
y en un rayo de
vida se vuelven a encarnar,
en la era de oro
que amanece en la tierra.
Un primer rezo de
unión y protección
desde las grandes
montañas baja en ríos de purificación,
y en el descenso de
las almas por la vertiente interior,
vemos las cartas y
puertas de nuestra reincorporación,
hasta quedar sin
memoria en el razonamiento exterior.
Aquí entre las
montañas recordemos la misión,
Que ya hace en la
metáfora de la naturaleza misma
que ya hace bajo el
velo del espejo y sus prismas,
que está naciendo
ahora en la simpleza de entregar
y vibrando en el
fondo del corazón en libertad.