jueves, 14 de enero de 2016

Mira el niño, mira el hombre

Mira al niño armando puentes
jugando con tierra, piernas y manos livianas
viviendo los sueños en el presente y encendiendo intensamente el sentimiento
Mira el hombre atrapado en las costuras, oscilando en frustraciones, 
sembrando enredaderas que nunca llegan a ese resplandeciente,
Enciende los fuegos con madera resiliente, 
el tronco viejo necesita de tu fuerza, esa intensión que no se ahoga
que es soplido en todas las materias 
y así, sin darle vueltas, todo corre por su propio cause
en las grietas y por las mismas rocas tropezadas para liberar por fin los temblores antiguos.

Dos perros negros corren por el parque que habitamos
me miran y vienen entusiastas a mi encuentro,
al verme de cerca, dan la vuelta y se esfuman como nubes,
ya no veo las sombras, ni los cuerpos de mis amados
se perdieron de mis alcances, trascendieron a los vientos de otras direcciones
y es que mis luceritos también se van en las sorpresas 
lejanas del mundo material  y de las cadenas del apego
a saltar en las sutilezas de la brisa, abrazos arbóreos y arreboles 
donde se crean los puentes y florecen los fuegos de la ascensión.

Ojalá ellos sientan siempre los rayos y sean de las estrellas,
ojalá sean la fuerza de su amor infinito
y construyan de barro y madera su casa, aúllen con lobos,
trepen los árboles, cosechen las ojas, las flores y los frutos con suavidad,
Ojalá tengan amigos eternos en los ciclos de pruebas y los duros inviernos
para que puedan deshacer las ilusiones y desapegar las sustancias del placer inventado;
Así el hombre brilla sin preocupaciones
solo se ocupa sin enredaderas y enciende las antorchas precisas.
El hombre renace en el niño consciente
y el niño renace en el hombre guerrero
y trepan, construyen, cosechan y comparten
hasta que despierten en los rubos distintos pero que siempre se unirán.
El padre abraza a su niño
y el niño abraza a su padre,
cobijándose en la eternidad.

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