jueves, 12 de noviembre de 2015

Recuerdo de una noche en la matriz.

Al anochecer me encuentro con mis oscuridades
y la luna leve y sonriente ilumina pequeños destellos arcoíris en mis prismas internos,
siento el latido que traspasa las fronteras de mi cuerpo, que se une al latido del todo
donde mi oscuridad también es la oscuridad de la quebrada
y mis colores son también los prismas de las cimas nevadas.
Como animalito en la cueva, soltando el tiempo,

soltando en el arrollo la imagen y el espiral que fui y crece hasta disolverse en la luz lunar.

Ahora soy la misma noche,
soy el sonido tenue de la montaña solitaria,
un arpegio que se arremolina con el río
un suspiro cálido en el frío, buscando el abrigo en el propio soplido,
pretendiendo ser la matriz, acunarme en mis propias pieles
recreándome desde la energía del nido amoroso,
paciencia que se cultiva para el nacimiento de un nuevo sol,
pequeña en mi guarida cobijo el vacío lleno del todo
y respiro agradecida un nuevo amanecer,
recordando que fui el pulso de una noche sin tiempo, sin luz y sin sombra.


18 sep 2015 / Cajon del Maipo

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