Una
inundación me persigue por las plazas de la ciudad,
quisiera
encontrarte sin saber de nada más que de un abrazo verdadero,
seguirte
sin saber de los anhelos de enjaular,
correr
sin saber de los volcanes en mi frente,
No
puedes esculpir lo que siempre quiere transitar.
No
puedes manejar el fuego y el aire aunque hechices sus sentidos.
Me
niego a ahogarme en catástrofes de magma y mares desbordantes,
prefiero
quedarme conmigo,
respirar y aislarme con el territorio indomable y la vida salvaje.
Me
arropare en un nido escondido todo el invierno
donde
solo pueda despertar junto a las claridades de un tibio rayo de sol.
Junto
al árbol un ser tan indomable y amable como yo habrá llegado de su peregrinaje
y reconoceré en su rostro ese sincero mirar regocijante de amor y voluntad.
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