El sonido que me envuelve las visiones sobre nubes,
los pensamientos entre oleaje, como botes de puerto.
Los susurros interminables de caminatas otoñales,
de crujir de ojas, de vientos mecedores
y nostalgias de imaginaciones de infancia.
Aquel sonido de pisadas de transeúntes
pensamientos poéticos.
Ese que domina aquellas horas de nada
y de letras sobre pentagramas imaginarios.
Esa melodía que rodea mi cuerpo y latidos,
que corre por mi sangre;
dejándome dopada, con los ojos inmóviles,
sin parpadeo,
Al creer ver algo, que nadie percata.
Ese sonido abstracto, dulce, fuera de patrones,
el desordenado melodioso,
de músicas sin instrumentos,
solo suspiros de sueños propios y pesadillas ajenas.
De túneles profundos
como eco de susurros de espejo,
de ríos torrentosos de cabeza,
de grietas sin reparo
y miradas recordadas.
Música de atmósferas y revoltijos.
Tan tú, tan yo, tan dentro y fuera de mi.
Flotando sobre calles y plazas.
Flotando sobre momentos acumulados
y flores marchitas.
Melodías perdidas en adentros y tiempos.