domingo, 15 de junio de 2014

Reflexión sobre mi propia episteme y América Latina.

  • Introducción.
Es curioso e interesante como las personas forman sus opiniones y visiones que tienen acerca del mundo, como entienden y conocen la realidad. Todos creamos epistemes u opiniones particulares en relación a nuestra historia, a las experiencias de vida y conocimientos que adquirimos, vamos cambiando y evolucionando en función de las nuevas experiencias, de las interacciones sociales que tenemos y la confrontación de nuestros pensamientos y subjetividades con el hacer cotidiano, modificando y/o reforzando la forma en que vemos y hacemos la vida.
La epistemología se entiende como un saber o forma de pensar que habilita para un hacer, por ende tiene gran importancia en el estudio de la sociedad, en la investigación e intervención social. Es relevante entender para esta tarea, la desnaturalizamos los fenómenos sociales, sin caer en el teoricismo, ni en las creencias del sentido común o realismo ingenuo, que nos llevan muchas veces a prejuicios, estereotipos, etc por ende es importante siempre conocer profundamente la realidad de las personas, de sus discursos, de su contexto, su cultura,  historia, modos de vida y aspiraciones, como tarea básica de cualquier persona que quisiera abrir su mente al conocimiento de las realidades sociales, a la investigación o a la intervención con cualquier grupo o individuo, para esto es necesario el conocimiento personal de las propias visiones que tenemos (nuestra episte), las grandes corrientes de pensamiento que han tomado poder en las masas, los lugares de enunciación desde donde hablamos y también saber limpiar la mente y poner entre paréntesis aquellas ideas que nos influencian, para recibir y analizar las cosas de manera pura y sin prejuicios.
El presente ensayo realiza un trabajo introspectivo, para dilucidar mi propia epistemología, como se ha ido construyendo desde mi infancia y en base a las experiencias vividas, teniendo en cuenta el lugar de enunciación donde mi pensamiento va teniendo lugar, América Latina, entendiendo su historia de dominación y dando luces desde mi punto de vista a un futuro en que Latino América construya su propia epistemología, su propia forma de pensarse y construirse.
  • Mi historia y experiencias construyen mi forma de pensar.
Uno de los momentos importantes que visualizo en mi vida, para entender mi forma de pensar hoy, es mi crianza y educación durante mi infancia, crecí en contacto y aprendizaje con el arte, ya que mi familia está ligada a diferentes actividades artísticas; la música, el dibujo, la poesía y las manualidades, siendo importante para mi desde pequeña la expresión y la creatividad. Mi madre y abuela nos enseñaron a vivir desde la sencillez, la paz y los valores humanos. Así fue como crecí en la comuna de Macul, jugando con muñecos artesanales, escalando árboles, creado melodías en piano, escribiendo, cantando, siendo vegetariana desde mi nacimiento, imaginando mucho y viendo muy poca televisión.
Se entiende que tras la crianza que me dio mi familia, hay una forma de pensar donde la creatividad y los valores son fundamentales.
Ingresé a un colegio con una visión diferente de la tradicional, con una beca que cubrió gran parte de mi educación junto a mis hermanos en un Colegio Waldorf.  La pedagogía que este propone está basada en los principios de la Antroposofía, que es una corriente filosófica con orientación humanística, planteando la educación como un desarrollo hacia la libertad individual y armonía humana, incorporando la expresión artística como un medio de aprendizaje en las materias curriculares: Canto, música, pintura, matemática, lengua, ciencias sociales, carpintería, cocina, escultura, danza, tejido, huerto, entre otros.
 Esta educación tiene gran incidencia en mi infancia, ya que mi forma de entender las cosas cuando niña, nunca fue a través de la competencia; fue desde el amor y curiosidad por aprender, todo para mí era interesante. Sin embargo me encontré con una realidad y un contexto social bastante diferente entre los niños y niñas que asistían a ese colegio, la mayoría contaban con muchas riquezas materiales y familias de estatus social alto. Muchas veces fui excluida o discriminada por no seguir patrones o modas que llevaban los niños/as, o tener un estatus social mucho menor al de ellos. Al crecer fui entendiendo estas diferencias sociales y como éstas influían de manera negativa en mi vida y en las de tantas personas.
Un segundo momento que activa mi propio pensamiento, fue el resto de mi escolaridad en básica y media en la educación tradicional, esto fue un cambio bastante drástico para mi comprensión de las cosas, entender e integrarme a esta educación diferente a la que estaba acostumbrada. Ir uniformada, formarme con el curso todas las mañanas, cantar la canción nacional, contar con una gran cantidad de reglas institucionales, planes de educación limitados e incuestionables, consumir conocimiento  para ser evaluada y clasificada constantemente a través de pruebas con nota y mediciones en la calidad de los estudiantes y de los colegios por los que pasé. Todo esto me hizo perder el interés y motivación por algunas asignaturas, ya que no aprendía por curiosidad y amor al saber, si no muchas veces por una nota o reconocimiento; sin embargo por otra parte, mis relaciones sociales se hicieron más fuertes y más igualitarias entre compañeros y amigos ya que todos vivíamos en una realidad social más parecida.
Hago hincapié en esto, pues mi lugar de enunciación desde donde se va creando mi manera de pensar y conocer, hace relación también con una ubicación social y geopolítica, mi historia, las influencias familiares y sociales, los espacios de opinión y/o poder en la ciudad, etc.

El siguiente periodo que determina lo que hoy es mi propia epistemología, es mi adolescencia, una etapa en la cual se comienza a formar mi pensamiento crítico, un periodo donde también abundan las confusiones con el pasado, el presente y la inseguridad ante un futuro que vemos presionado y moldeado por la educación tradicional y las estructuras sociales, las cuales nos dirigen a una forma de vida adentrada en un sistema capitalista, a la competencia, al dinero, el mundo laboral, el estatus social y hacia una forma de pensar que limita el raciocinio propio, la libertad y creatividad.
Comencé a comprender que esta forma de vida que proponía o imponía este sistema económico, social y cultural no iba conmigo, con mi esencia ni valores, ni con los constantes cuestionamientos y críticas que me realizaba y realizaba a este orden social. Empecé a ver con más claridad a través de conversaciones con mis amigas, familia y discusiones en asambleas del colegio durante el movimiento estudiantil, de las enormes injusticias que existen, de la división social, de la desigualdad,  la inconsecuencia, la pérdida de valores humanos esenciales, la destrucción de las culturas originarias, las violaciones a los derechos humanos y a la dignidad de tantas personas en el mundo y en especial en Latinoamérica y como esto se ha ido naturalizando dentro de la sociedad.
Pensé, sentí y entendí que yo también era un actor, una agente de cambio dentro de lo social y que no podía quedarme de brazos cruzados “mirando” cómo nos perdíamos en ésta civilización ciega e injusta; es entonces cuando decidí que estudiaría Trabajo Social, mi otra vocación y/o pasión además del arte.
Durante los casi cuatro años que llevo en la universidad, mi pensamiento se ha hecho más claro, más crítico y más rico en conocimiento, y no solo por el hecho de estudiar,  si no también y en mayor importancia por las experiencias que he vivido y aprendido durante estos años.
El encuentro con diversas realidades, culturas, formas de pensar, conocer y modos de vivir y he rescatado de este conocimiento a través de la experiencia, de las interacciones sociales, de la conciencia personal y del estudio, mi propia forma de entender, pensar, conocer y hacer en el mundo,  de definir y romper con ciertos esquemas sociales y conceptos, de cuestionar, repensar y  acomodar mi esencia a mi propia filosofía de las cosas, en este sentido he descubierto mi propia episteme y ética que cada día se va desarrollando, fundamentando y organizando de mejor manera a medida que crezco y evoluciono como persona.

• Hacia un pensar situado y creativo desde América Latina.

Desde mi percepción y manera de entender, estamos en una crisis del sistema en América Latina y el mundo, tanto en lo económico, lo social, lo político, educacional, cultural, valórico, humano, etc. Existe un colapso de teorías convencionales que se han visto desbordadas por la realidad. Usamos métodos, mapas y paradigmas descontextualizados y que no sirven para construir una sociedad humana y desarrollada integralmente. El sistema económico ha incrementado, desigualdades e injusticias, ha deteriorado el planeta, explotado recursos y animales en exceso y aumentado el individualismo y competencia entre los seres humanos; y las soluciones no se deben trazar en base a la imitación de modelos obsoletos y paradigmas de otros lugares, historias y contextos. Sin embargo como Latino Americanos insistimos en seguir y servir a los países hegemónicos, interpretar nuestra realidad con cánones ajenos, empaparnos de la globalización y mundialización, perdiendo y negando una identidad propia.
El dinero se ha vuelto la razón de ser para muchos y el bienestar material la clave para la autorrealización humana, las relaciones sociales se han vuelto cada vez menos sólidas, creciendo la incertidumbre y disminuyendo las certezas.
El sistema ha invisibilizado las necesidades verdaderas de las personas ocupando métodos y satisfactores insostenibles para el desarrollo y la felicidad. Incluso las personas nos hemos cegado ante nuestras propias aspiraciones, necesidades, conciencia personal y colectiva inmersos en éste sistema.
Somos controlados y clasificados por un pensamiento hegemónico funcionalista, a través de las estructuras sociales, medios de comunicación, la educación, el trabajo, la salud, etc. Pasando a llevar las creencias y paradigmas individuales, los derechos humanos y nuestras necesidades de subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, identidad, creación y libertad.
En este sentido, creo y entiendo que una sociedad debe construirse y desarrollarse desde la diversidad de todos los sujetos que la componen, desde un lugar de enunciación, desde una historia común, desde la subjetividad de cada persona y desde el amor como la emoción que constituye y conserva la vida social, que nos legitima y origina la calidad de lo humano.
En relación a lo anterior, hablo de una visión de desarrollo humano integral y holística, considerando todas las necesidades, capacidades y derechos en igualdad para todas las personas, sea hombre, mujer, trasgénero, niño, niña, adulto mayor, discapacitado, etc. En armonía con la naturaleza y entre las diferentes culturas.
Para construir una nueva humanidad, debe haber una revolución, que plantee una nueva visión de las cosas, nuevos valores, nuevos criterios para nuestras acciones, nuevos paradigmas de entender y conocer la realidad de manera contextualizada, un pensar situado, entendiendo nuestro lugar de enunciación desde América Latina y que esto impregne nuestra experiencia de los que somos y hacemos.

Aludiendo a la idea anterior entiendo la revolución no solo como un movimiento crítico con respecto a las estructuras externas del ser humano, sino también como una revolución intima del individuo. Ya que, “sin una revolución íntima, psicológica, la mera trasformación del externo tiene muy poca significación" (Krishnamurti.2013: 7)
En este sentido  “Debemos darnos cuenta de las causas del derrumbe de la sociedad, y crear un nueva estructura que no se base en la mera imitación sino en nuestra comprensión creadora” (Krishnamurti.2013:
8). Sin embargo hemos dejado de ser creadores, llegando a ser imitativos, copiamos lo exterior e interior, nos aferramos a modelos y culturas hegemónicas. “Nuestra educación, nuestra estructura social, nuestra llamada vida religiosa, todo ello se basa en la imitación; es decir nos ajustamos a determinada formula social” (Krishnamurti.2013: 8) y olvidamos o nos avergonzamos de nuestros orígenes y limitamos nuestra capacidad de razonar.
Respecto a esto, es que entonces aludo a que debemos estar libres de autoridad (que es la esencia misma es la imitación), para ser creadores, con esto me refiero a que es necesario liberarse de las miradas eurocéntricas, para pensarse y crear desde nuestras propias bases.
De acuerdo a lo anterior es que comprendo esta crisis también como una oportunidad de despertar, de hacerse conscientes, de fortalecer el empoderamiento y creatividad y así pensar de manera situada y contextualizada los nuevos paradigmas y cambios. No solo desde un lugar geográfico como territorio o continente particular, si no que comprendiendo a América Latina como lugar de enunciación en un sentido más amplio, entendiendo nuestra historia de dominación e influencia de los países del norte, la destrucción de las culturas originarias y su cosmovisión con violencia, asimilación y etnocentrismo Europeo, la posición geopolítica y de poder que tenemos en el mundo, los contextos comunes y saberes producidos en y desde América Latina.
Venimos de una historia de dominación, de genocidio de los pueblos indígenas originarios de las tierras sudamericanas, de prácticas colonizantes, etnocéntricas y eurocéntricas donde se negó nuestra historia, la voz de los indígenas y del pueblo imponiendo un discurso dominador llamada la “Filosofía Colonizadora, filosofía europea, pero en Latinoamérica. Con la servidumbre natural del indígena y la constante problematización de la figura contradictoria de civilización y barbarie (Santos. 2010: 80).
Formamos repúblicas independientes, pero gobernamos con los ojos puestos en Europa y negamos nuestros orígenes. Es importante comprender y reconocer esto, ya que son siglos de historia y hasta hoy en el presente es que seguimos repitiendo lo mismo.
 En la crisis en que vivimos y en los tiempos en los que estamos, se torna necesario cambiar, evolucionar, conocer, CREAR desde nuestro lugar de enunciación, América Latina.


Como indica  José Martí (Pensador latino Americano): Conocer es resolver, Conocer el país y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de las tiranías.” (2005:34) y “la salvación está en crear. Crear es la palabra clave de pase de esta generación” (2005: 37). De  esta manera apuntamos a que se construya un pensamiento propio de América Latina que reconozca nuestros orígenes, que considere las percepciones de todos las actores y su diversidad,  que defina, critique y piense nuevas formas de conocer, nuevos conceptos y paradigmas, que  repiense y recoja las cosmovisiones indígenas y su sabiduría, que recomponga los valores humanos básicos y derechos, que comprenda la vida en armonía e igualdad entre los seres humanos y el medio ambiente, donde cada persona se conoce y conoce su realidad.


Cecilia Gutiérrez (Popanay)

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