Es
curioso e interesante como las personas forman sus opiniones y visiones que
tienen acerca del mundo, como entienden y conocen la realidad. Todos creamos epistemes
u opiniones particulares en relación a nuestra historia, a las experiencias de
vida y conocimientos que adquirimos, vamos cambiando y evolucionando en función
de las nuevas experiencias, de las interacciones sociales que tenemos y la
confrontación de nuestros pensamientos y subjetividades con el hacer cotidiano,
modificando y/o reforzando la forma en que vemos y hacemos la vida.
La
epistemología se entiende como un saber o forma de pensar que habilita para un
hacer, por ende tiene gran importancia en el estudio de la sociedad, en la investigación
e intervención social. Es relevante entender para esta tarea, la desnaturalizamos los fenómenos sociales, sin caer en el teoricismo, ni en las
creencias del sentido común o realismo ingenuo, que nos llevan muchas veces a
prejuicios, estereotipos, etc por ende es importante siempre conocer
profundamente la realidad de las personas, de sus discursos, de su contexto, su
cultura, historia, modos de vida y
aspiraciones, como tarea básica de cualquier persona que quisiera abrir su
mente al conocimiento de las realidades sociales, a la investigación o a la intervención
con cualquier grupo o individuo, para esto es necesario el conocimiento
personal de las propias visiones que tenemos (nuestra episte), las
grandes corrientes de pensamiento que han tomado poder en las masas, los
lugares de enunciación desde donde hablamos y también saber limpiar la mente y
poner entre paréntesis aquellas ideas que nos influencian, para recibir y analizar las
cosas de manera pura y sin prejuicios.
El
presente ensayo realiza un trabajo introspectivo, para dilucidar mi propia
epistemología, como se ha ido construyendo desde mi infancia y en base a las
experiencias vividas, teniendo en cuenta el lugar de enunciación donde mi
pensamiento va teniendo lugar, América Latina, entendiendo su historia de
dominación y dando luces desde mi punto de vista a un futuro en que Latino
América construya su propia epistemología, su propia forma de pensarse y construirse.
- Mi historia y experiencias
construyen mi forma de pensar.
Uno de
los momentos importantes que visualizo en mi vida, para entender mi forma de
pensar hoy, es mi crianza y educación durante mi infancia, crecí en contacto y aprendizaje
con el arte, ya que mi familia está ligada a diferentes actividades artísticas;
la música, el dibujo, la poesía y las manualidades, siendo importante para mi
desde pequeña la expresión y la creatividad. Mi madre y abuela nos enseñaron a
vivir desde la sencillez, la paz y los valores humanos. Así fue como crecí en
la comuna de Macul, jugando con muñecos artesanales, escalando árboles, creado
melodías en piano, escribiendo, cantando, siendo vegetariana desde mi
nacimiento, imaginando mucho y viendo muy poca televisión.
Se entiende
que tras la crianza que me dio mi familia, hay una forma de pensar donde la
creatividad y los valores son fundamentales.
Ingresé
a un colegio con una visión diferente de la tradicional, con una beca que
cubrió gran parte de mi educación junto a mis hermanos en un Colegio Waldorf. La pedagogía que este propone está basada en
los principios de la Antroposofía, que es una corriente filosófica con orientación
humanística, planteando la educación como un desarrollo hacia la libertad
individual y armonía humana, incorporando la expresión artística como un medio
de aprendizaje en las materias curriculares: Canto, música, pintura, matemática,
lengua, ciencias sociales, carpintería, cocina, escultura, danza, tejido, huerto,
entre otros.
Esta educación tiene gran incidencia en mi
infancia, ya que mi forma de entender las cosas cuando niña, nunca fue a través
de la competencia; fue desde el amor y curiosidad por aprender, todo para mí
era interesante. Sin embargo me encontré con una realidad y un contexto social
bastante diferente entre los niños y niñas que asistían a ese colegio, la
mayoría contaban con muchas riquezas materiales y familias de estatus social
alto. Muchas veces fui excluida o discriminada por no seguir patrones o modas
que llevaban los niños/as, o tener un estatus social mucho menor al de ellos.
Al crecer fui entendiendo estas diferencias sociales y como éstas influían de
manera negativa en mi vida y en las de tantas personas.
Un
segundo momento que activa mi propio pensamiento, fue el resto de mi
escolaridad en básica y media en la educación tradicional, esto fue un cambio bastante
drástico para mi comprensión de las cosas, entender e integrarme a esta
educación diferente a la que estaba acostumbrada. Ir uniformada, formarme con
el curso todas las mañanas, cantar la canción nacional, contar con una gran
cantidad de reglas institucionales, planes de educación limitados e
incuestionables, consumir conocimiento para
ser evaluada y clasificada constantemente a través de pruebas con nota y
mediciones en la calidad de los estudiantes y de los colegios por los que pasé.
Todo esto me hizo perder el interés y motivación por algunas asignaturas, ya
que no aprendía por curiosidad y amor al saber, si no muchas veces por una nota
o reconocimiento; sin embargo por otra parte, mis relaciones sociales se
hicieron más fuertes y más igualitarias entre compañeros y amigos ya que todos
vivíamos en una realidad social más parecida.
Hago hincapié
en esto, pues mi lugar de enunciación desde donde se va creando mi manera de
pensar y conocer, hace relación también con una ubicación social y geopolítica,
mi historia, las influencias familiares y sociales, los espacios de opinión y/o
poder en la ciudad, etc.
El
siguiente periodo que determina lo que hoy es mi propia epistemología, es mi
adolescencia, una etapa en la cual se comienza a formar mi pensamiento crítico,
un periodo donde también abundan las confusiones con el pasado, el presente y
la inseguridad ante un futuro que vemos presionado y moldeado por la educación
tradicional y las estructuras sociales, las cuales nos dirigen a una forma de
vida adentrada en un sistema capitalista, a la competencia, al dinero, el mundo
laboral, el estatus social y hacia una forma de pensar que limita el raciocinio
propio, la libertad y creatividad.
Comencé
a comprender que esta forma de vida que proponía o imponía este sistema
económico, social y cultural no iba conmigo, con mi esencia ni valores, ni con
los constantes cuestionamientos y críticas que me realizaba y realizaba a este
orden social. Empecé a ver con más claridad a través de conversaciones con mis
amigas, familia y discusiones en asambleas del colegio durante el movimiento
estudiantil, de las enormes injusticias que existen, de la división social, de
la desigualdad, la inconsecuencia, la
pérdida de valores humanos esenciales, la destrucción de las culturas
originarias, las violaciones a los derechos humanos y a la dignidad de tantas
personas en el mundo y en especial en Latinoamérica y como esto se ha ido
naturalizando dentro de la sociedad.
Pensé,
sentí y entendí que yo también era un actor, una agente de cambio dentro de lo
social y que no podía quedarme de brazos cruzados “mirando” cómo nos perdíamos
en ésta civilización ciega e injusta; es entonces cuando decidí que estudiaría
Trabajo Social, mi otra vocación y/o pasión además del arte.
Durante
los casi cuatro años que llevo en la universidad, mi pensamiento se ha hecho
más claro, más crítico y más rico en conocimiento, y no solo por el hecho de
estudiar, si no también y en mayor
importancia por las experiencias que he vivido y aprendido durante estos años.
El
encuentro con diversas realidades, culturas, formas de pensar, conocer y modos
de vivir y he rescatado de este conocimiento a través de la experiencia, de las
interacciones sociales, de la conciencia personal y del estudio, mi propia
forma de entender, pensar, conocer y hacer en el mundo, de definir y romper con ciertos esquemas
sociales y conceptos, de cuestionar, repensar y
acomodar mi esencia a mi propia filosofía de las cosas, en este sentido
he descubierto mi propia episteme y ética que cada día se va desarrollando,
fundamentando y organizando de mejor manera a medida que crezco y evoluciono
como persona.
• Hacia un pensar situado y
creativo desde América Latina.
Desde
mi percepción y manera de entender, estamos en una crisis del sistema en
América Latina y el mundo, tanto en lo económico, lo social, lo político, educacional,
cultural, valórico, humano, etc. Existe un colapso de teorías convencionales
que se han visto desbordadas por la realidad. Usamos métodos, mapas y paradigmas
descontextualizados y que no sirven para construir una sociedad humana y
desarrollada integralmente. El sistema económico ha incrementado, desigualdades
e injusticias, ha deteriorado el planeta, explotado recursos y animales en
exceso y aumentado el individualismo y competencia entre los seres humanos; y
las soluciones no se deben trazar en base a la imitación de modelos obsoletos y
paradigmas de otros lugares, historias y contextos. Sin embargo como Latino
Americanos insistimos en seguir y servir a los países hegemónicos, interpretar
nuestra realidad con cánones ajenos, empaparnos de la globalización y
mundialización, perdiendo y negando una identidad propia.
El
dinero se ha vuelto la razón de ser para muchos y el bienestar material la
clave para la autorrealización humana, las relaciones sociales se han vuelto
cada vez menos sólidas, creciendo la incertidumbre y disminuyendo las certezas.
El
sistema ha invisibilizado las necesidades verdaderas de las personas ocupando
métodos y satisfactores insostenibles para el desarrollo y la felicidad. Incluso
las personas nos hemos cegado ante nuestras propias aspiraciones, necesidades, conciencia
personal y colectiva inmersos en éste sistema.
Somos
controlados y clasificados por un pensamiento hegemónico funcionalista, a
través de las estructuras sociales, medios de comunicación, la educación, el
trabajo, la salud, etc. Pasando a llevar las creencias y paradigmas
individuales, los derechos humanos y nuestras necesidades de subsistencia,
protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, identidad, creación y
libertad.
En este
sentido, creo y entiendo que una sociedad debe construirse y desarrollarse
desde la diversidad de todos los sujetos que la componen, desde un lugar de enunciación,
desde una historia común, desde la subjetividad de cada persona y desde el amor
como la emoción que constituye y conserva la vida social, que nos legitima y
origina la calidad de lo humano.
En
relación a lo anterior, hablo de una visión de desarrollo humano integral y
holística, considerando todas las necesidades, capacidades y derechos en igualdad
para todas las personas, sea hombre, mujer, trasgénero, niño, niña, adulto mayor,
discapacitado, etc. En armonía con la naturaleza y entre las diferentes
culturas.
Para
construir una nueva humanidad, debe haber una revolución, que plantee una nueva
visión de las cosas, nuevos valores, nuevos criterios para nuestras acciones,
nuevos paradigmas de entender y conocer la realidad de manera contextualizada,
un pensar situado, entendiendo nuestro lugar de enunciación desde América
Latina y que esto impregne nuestra experiencia de los que somos y hacemos.
Aludiendo
a la idea anterior entiendo la revolución no solo como un movimiento crítico
con respecto a las estructuras externas del ser humano, sino también como una
revolución intima del individuo. Ya que, “sin
una revolución íntima, psicológica, la mera trasformación del externo tiene muy
poca significación" (Krishnamurti.2013: 7)
En este
sentido “Debemos darnos cuenta de las causas del derrumbe de la sociedad, y
crear un nueva estructura que no se base en la mera imitación sino en nuestra
comprensión creadora” (Krishnamurti.2013:
8). Sin
embargo hemos dejado de ser creadores, llegando a ser imitativos, copiamos lo
exterior e interior, nos aferramos a modelos y culturas hegemónicas. “Nuestra educación, nuestra estructura
social, nuestra llamada vida religiosa, todo ello se basa en la imitación; es
decir nos ajustamos a determinada formula social” (Krishnamurti.2013: 8) y
olvidamos o nos avergonzamos de nuestros orígenes y limitamos nuestra capacidad
de razonar.
Respecto
a esto, es que entonces aludo a que debemos estar libres de autoridad (que es la esencia misma es la imitación),
para ser creadores, con esto me refiero a que es necesario liberarse de las
miradas eurocéntricas, para pensarse y crear desde nuestras propias bases.
De acuerdo a lo anterior es que
comprendo esta crisis también como una oportunidad de despertar, de hacerse
conscientes, de fortalecer el empoderamiento y creatividad y así pensar de
manera situada y contextualizada los nuevos paradigmas y cambios. No solo desde
un lugar geográfico como territorio o continente particular, si no que
comprendiendo a América Latina como lugar de enunciación en un sentido más
amplio, entendiendo nuestra historia de dominación e influencia de los países del
norte, la destrucción de las culturas originarias y su cosmovisión con violencia,
asimilación y etnocentrismo Europeo, la posición geopolítica y de poder que
tenemos en el mundo, los contextos comunes y saberes producidos en y desde
América Latina.
Venimos de una historia de
dominación, de genocidio de los pueblos indígenas originarios de las tierras
sudamericanas, de prácticas colonizantes, etnocéntricas y eurocéntricas donde
se negó nuestra historia, la voz de los indígenas y del pueblo imponiendo un
discurso dominador llamada la “Filosofía
Colonizadora‟, filosofía europea, pero en
Latinoamérica. Con la servidumbre natural del indígena‟ y la constante problematización de la figura contradictoria de
civilización y barbarie (Santos. 2010: 80).
Formamos repúblicas independientes,
pero gobernamos con los ojos puestos en Europa y negamos nuestros orígenes. Es
importante comprender y reconocer esto, ya que son siglos de historia y hasta
hoy en el presente es que seguimos repitiendo lo mismo.
En la crisis en que vivimos y en los
tiempos en los que estamos, se torna necesario cambiar, evolucionar, conocer, CREAR
desde nuestro lugar de enunciación, América Latina. “
Como indica
José Martí (Pensador latino Americano): Conocer es resolver, Conocer el
país y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de las
tiranías.” (2005:34) y “la salvación está en crear. Crear es la palabra clave de pase de esta
generación” (2005: 37). De esta
manera apuntamos a que se construya un pensamiento propio de América Latina que
reconozca nuestros orígenes, que considere las percepciones de todos las actores
y su diversidad, que defina, critique y
piense nuevas formas de conocer, nuevos conceptos y paradigmas, que repiense y recoja las cosmovisiones indígenas
y su sabiduría, que recomponga los valores humanos básicos y derechos, que
comprenda la vida en armonía e igualdad entre los seres humanos y el medio
ambiente, donde cada persona se conoce y conoce su realidad.
Cecilia Gutiérrez (Popanay)