Fue una tarde de silencios y arrepentimiento en que el cansancio de los pesares me dejo dormida en el living de la casa y me traslado a la ciudad ajetreada, despierto con un pequeño espasmo sacando bruscamente la cabeza del hombro de mi pareja, quien se encontraba sentado a mi lado. Miro algo confunda el paisaje monótono de las calles sin brillo, grises y toscas, por la ventana de una micro no menos pintoresca, tan gris como la avenida por la que nos trasportábamos y el rostro apagado de mi acompañante. Tras de mí una dulce voz se escucha preguntando cosas triviales a quien estaba sentado a su lado. Era ella, solo me basto oírla respirar para saberlo, me gire con la pretensión de incluirme sin animo a la conversación, ella estaba hermosa como siempre, con vestimenta sencilla y una sonrisa brillante y eso era lo que más me llamaba a mirar con intromisión lo que sucedía tras de mí. En el asiento del lado, iba un hombrecillo no mayor que nosotras, con una casquilla que tapaba su ojo derecho, un rostro inocente y una vestimenta bastante ajustada, nunca antes lo había visto en persona, solo creía conocerlo por un par de fotos y algunas historias contadas por mi amiga presente. Sin embargo, al verlo, sin querer un veneno impregnaba mi pecho con vestigios de celos y tristezas reprimidas.
De pronto, mi pololo se levantó y apretó el botón para anunciar nuestra parada, esperábamos de pie que la micro se detuviera pronto en algún paradero, sin embargo eso no sucedió y el vehículo doblo hacia un lugar sin calles, era un gran peladero de cemento, como era de esperarse, esto provocó que algunas personas comenzaran a quejarse y gritar insultos, de pronto me percaté que en el fondo de la micro se oían varios gritos y con un par de golpes y caídas se encendió la muchedumbre. En unos pocos segundos, todo se volvió una guerra, yo miraba desconcertada como cada vez más gente se unía al caos. Los hombres peleaban como animales, las señoras gritaban y se arrancaban el pelo. Me quede inmóvil, como en una especie de shock producto de la violencia y el poder brutal de las masas que me deja sin aliento.
Siento que alguien intenta despertarme de mi estado petrificado, mi novio me tiraba del brazo ya que no me había dado cuenta que la micro se había detenido y las puertas ya estaban abiertas. Volví a mi como si un shock eléctrico me hiciese entrar en razón, sin embargo eso me hizo darme cuenta que la había perdido, allí en medio de la muchedumbre ardiendo de rabia, ella, mi princesa de la voz dulce estaba perdida.
Todos mis sentidos y mi mente se enfocaron únicamente en encontrarla, miraba los rostros desesperados de las personas y a veces creía verla justo al fondo de la micro donde la violencia era aun más terrible. Sin desconcentrarme de mi objetivo, siento que me arrastran con fuerza fuera de la micro, había tanta gente afuera como adentro del transporte y la batalla continuaba en aquel desierto de cemento; sin dudarlo me pongo a correr entremedio de la gente para encontrarla, y la veo....la imagen que vi, fue una de las más horribles y angustiantes. Un hombre "común y corriente", moreno, cabello negro, una polera blanca y jeans sostenía el cuello de mi amiga contra su pecho y con su brazo, con brutal y determinada decisión. La escena era escalofriante, los ojos del hombre estaban desorbitados y ella estaba muriendo sin aire, sin siquiera poder gritar, solo con sus piernas pedía ayuda. La gente que estaba a su alrededor gritaban que la soltara y su amigo de casquilla pegaba unas patadas que no parecían dañar en absoluto a ese horrible hombre decidido a asesinar. Llegue corriendo para incorporarme a su defensa con gritos desesperados y golpes que no parecían servir y me percato con terror que el cuerpecito de ella, ya no pedía ayuda, que está inmóvil en los brazos de aquel mounstro. Me invade un terrible pánico. No la puedo perder! y entonces con una pequeña luz de esperanza para salvarla miro a los ojos perdidos de mi enemigo y le grito:
-¡No la mates! devuélvemela!!
El hombre finalmente me mira con los ojos algo más centrados, pero aun con una expresión de piedra, sin compasión de nada ni nadie. Hace un movimiento rápido y brusco y la tira al suelo como si ella no fuese nada, como un objeto muerto y con una leve sonrisa de orgullo, el moustro se aleja caminando. Me arrodillo en el cemento llorando, con el dolor más fuerte que pudiera sentir, como si mil puñaladas me hirieran, como si de mis lágrimas y gritos saliera mi sangre y mi alma. Yo pedía ayuda, pero no ya había nada que hacer, su cuerpo estaba frío, su cabeza completamente dislocada por el movimiento final, su cabello revuelto, su rostro muerto, sin embargo, conservaba una belleza aterradora...ella murió con los ojos cerrados y una leve sonrisa en el rostro, como si rendirse a la muerte fuese su destino.
En ese desierto gris, con toda esa gente horrible llore con angustia sobre su cuerpo, lloré como si quisiese haber muerto yo en vez de ella, o en última instancia si así ella lo quería, morir juntas.
Desperté con un nudo terrible en el pecho y la garganta y con el rostro lleno de lágrimas, allí, nuevamente en el sillón del living. Yo sabía que no habías muerto en realidad; pero en los próximos días y sin ningún motivo aparente, ella se alejó fríamente de mí, me ignoró hasta cuando más la necesité y cuando más quise entregarle todo de mí para que en ella hubiera calma y una sonrisa verdadera. Y es que la amo tan profunda e inexplicablemente, que a veces creo que ella es la parte más importante de mí.
Pero pasaron las semanas y su lejanía ya no fue solo un capricho de estar sola o un esfuerzo sin sentido por arruinar su propia vida. Ella fue cruel con sus palabras, pero más aun con esa ignorancia fría de abandonar a alguien tan cercano sin explicaciones. Seguro "bonita" no sabe bien todo lo que he sufrido por ella y aunque lo supiera, ella está tan perdida que tampoco querría tomar conciencia de ello.
Aun no puedo descifrar muchas cosas de aquel sueño que tuve esa tarde, antes de toda esta mierda, pero algo sé, y es que me cuesta mucho dejarte ir, que mueras tan repentinamente en mi insignificante vida, que se me acorralen los recuerdos, tu imagen y tu esencia, que a pesar de todo, yo sé que es una luz hermosa.
Cuando amas, esa persona se transforma en una parte importante de ti y si ella te daña, abandona o muere, una parte de ti se trasforma en el sector más frágil, una herida tan húmeda y profunda que demora en cicatrizar y que aunque logre cerrar, la marca deja vestigios que perduran por siempre.
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