Ayer mi papá con unos amigos
hicieron un concierto en el barrio concha y toro, en una casa antigua,
totalmente abandonada.
Las paredes agrietadas, las escaleras y las tablas crujientes, los vidrios rotos,
las habitaciones oscuras de soledad...
Un lugar donde se encierra el misterio de otros tiempos,
donde la única luz es el fuego en las velas y la música inunda la casa,
para llenar de color las paredes, para diseñar una película del pasado,
y para abrir un espacio bien grande en el pecho
que se estremece con el sonido y con las imágenes de la imaginación.
Cada respiro fue aire de música,
aire de un nuevo despertar de las cosas
y todos los suspiros llenaron la casa
con esa parte oculta y hermosa que todos tenemos.
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