CARTA A PABLO
Mijail Bakunin
París, 29 de marzo de 1845
Soy el mismo, como antes, enemigo declarado de la realidad
existente, sólo con esta diferencia: que he cesado de ser
teórico, que he vencido, en fin, en mí, la metafísica y la filosofía,
y que me he arrojado enteramente, con toda mi alma, en el
mundo práctico, el mundo del hecho real.
Créeme, amigo, la vida es bella; ahora tengo pleno derecho
a decir eso, porque he cesado hace mucho de mirarla a través
de las construcciones teóricas y a no conocerla más que en
fantasía, porque he experimentado efectivamente muchas de
sus amarguras, he sufrido mucho y he caído a menudo en la
desesperación.
Yo amo, Pablo, amo apasionadamente: no sé si puedo ser
amado como yo quisiera serlo, pero no desespero; sé al menos
que se tiene mucha simpatía hacia mí; debo y quiero merecer el
amor de aquella a quien amo, amándola religiosamente, es decir,
activamente; ella está sometida a la más terrible y a la más
infame esclavitud y debo libertarla combatiendo a sus opresores
y encendiendo en su corazón el sentimiento de su propia
dignidad, suscitando en ella el amor y la necesidad de la libertad,
los instintos de la rebeldía y de la independencia, recordándole
el sentimiento de su fuerza y de sus derechos.
Amar es querer la libertad, la completa independencia de
otro; el primer acto del verdadero amor es la emancipación
completa del objeto que se ama; no se puede amar verdaderamente
más que a un ser perfectamente libre, independiente, no
sólo de todos los demás, sino aun y sobre todo de aquel de
quien se es amado y a quien se ama.
He ahí mi profesión de fe política, social y religiosa, he ahí
el sentido íntimo, no sólo de mis actos y de mis tendencias
políticas, sino también, en tanto que puedo, el de mi existencia
particular e individual; porque el tiempo en que podrían ser
separados esos dos géneros de acción está muy lejos de nosotros;
ahora el hombre quiere la libertad en todas las acepciones
y en todas las aplicaciones de esa palabra, o bien no la quiere
de ningún modo; querer la dependencia de aquel a quien se
ama es amar una cosa y no un ser humano, porque no se distingue
el ser humano de la cosa más que por la libertad; y si el
amor implicase también la dependencia, sería lo más peligroso
e infame del mundo, porque sería entonces una fuente inagotable
de esclavitud y de embrutecimiento para la humanidad.
Todo lo que emancipa a los hombres, todo lo que, al hacerlos
volver a sí mismos, suscita en ellos el principio de su vida
propia, de su actividad original y realmente independiente, todo
lo que les da la fuerza para ser ellos mismos, es verdad; todo el
resto es falso, liberticida, absurdo. Emancipar al hombre, he
ahí la única influencia legítima y bienhechora.
Abajo todos los dogmas religiosos y filosóficos –no son más
que mentiras–; la verdad no es una teoría, sino un hecho; la
vida misma es la comunidad de hombres libres e independientes,
es la santa unidad del amor que brota de las profundidades
misteriosas e infinitas de la libertad individual.