miércoles, 5 de mayo de 2010

Muerta.


Sin ser concreta en vista para los patrones reales,
sin dejar rastro o influencia en nadie, excepto en mi,
era un ser presente al fin y al cabo,
que dejo cuantas memorias aveces quisiera quemar,
que dejo incrustados muchos sentimientos,
que dejo en nadie más que en mi una marca,
un pasado, un recuerdo presente,
un veneno potente
que con los vientos de cada verano de ha diluido.
Parte de mi, dentro de mi y afuera, con sus miradas
y tentaciones alucinógenas.

Murió... murió cuando abrí la caja de mis dolores,
cuando rompí cada palabra hiriente e imagen en silencio
de su gran fortaleza en la que se refugiaba y fortalecía,
llena de color rojo sangre...
en su muerte su color de desvaneció.
Nadie la recuerda, nadie nunca supo,
no dejo herencia, ni legado, ni permanencia en la conciencia,
como pasa en la mayoría de las muertes de la gente común.

Para mi si fue una muerte,
un alivio y una culpa de asesinato;
y en mi queda hasta siempre
impregnado su legado.

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